Castoriadis y el abuso del lenguaje

Cornelius Castoriadis sostenía que lo que mantiene unida a una sociedad son sus instituciones. Y esa unidad es la urdimbre inmensamente compleja de significaciones que orientan toda la vida de la sociedad. Esa urdimbre es el magma de significaciones imaginarias sociales que cobran cuerpo en las instituciones de la sociedad.
La institución de la sociedad y las significaciones imaginarias sociales incorporadas en ella se despliegan siempre en dos dimensiones indisociables: la dimensión conjuntista-identitaria y la dimensión estrictamente imaginaria.

En la dimensión conjuntista–identitaria, la sociedad opera (obra y piensa) con elementos, clases, propiedades y con relaciones postuladas como claras y definidas. El esquema supremo aquí es la determinación. La existencia es determinación.

En la dimensión imaginaria, la existencia es significación. Se relacionan las unas con las otras según el modo fundamental de remitirse. Toda significación remite a un número indefinido de otras significaciones. La relación de remitir opera mediante una “x está por una y” (quid pro quo), que en los casos no triviales es arbitraria, es decir, instituida.

Se puede ilustrar lo que quiere decir con el ejemplo del lenguaje. El lenguaje en la dimensión conjuntista–identitaria corresponde a lo que llama código. La dimensión imaginaria se manifiesta a través de lo que llama lengua. La distinción entre código y lengua no es una distinción de sustancia, sino de uso y operación. Lo cual quiere decir que por cerca que uno esté de cada punto del lenguaje existen elementos pertenecientes a cada una de las dimensiones.


Las significaciones del lenguaje

La significación es aquí un haz de remisiones a partir y alrededor de un término. Una lengua muerta es un corpus finito y definido de expresiones lingüísticas. Una lengua viva, por el contrario, permite la posibilidad permanente de emergencia de significados lingüísticos distintos de los ya registrados. Es decir, el haz de remisiones que se teje alrededor de un término está siempre abierto.

La palabra remite también a su referente o a sus referentes. Ese referente no es nunca una singularidad absoluta y separada. No hay “nombres propios”. El nombre de un ser vivo (persona, cosa, lugar, o lo que fuere) remite al océano interminable de lo que este individuo es.

Mas allá del uso identitario del sentido, el referente es en sí mismo esencialmente indefinido, indeterminable y abierto; el haz de remisiones es igualmente abierto por esta misma razón. Una significación es indefinidamente determinable, que no quiere decir que sea determinada.

Es decir, siempre se la puede identificar, se la puede remitir provisionalmente, como elemento identitario, como punto de partida de una serie de determinaciones sucesivas, pero estas determinaciones jamás la agotan, por eso es “indefinidamente determinable”.

El magma es indeterminado, a diferencia de cualquier conjunto o entidad matemática. De un magma pueden extraerse, o se pueden construir, organizaciones conjuntistas, en un número indefinido, no pudiendo ser nunca reconstituido a partir de dichas composiciones conjuntistas.


El ser en el lenguaje

Ser en el lenguaje es aceptar ser en la significación; es aceptar que no hay respuestas determinadas para las preguntas. ¿Qué es Sócrates y quién es?


Todo lenguaje es abuso del lenguaje

Toda expresión es esencialmente trópica; una palabra aún cuando se la utiliza en su pretendido sentido propio es utilizada en su “sentido trópico”. No existe el sentido propio; lo único que existe es referencia identitaria, aprehendido el mismo es el magma de las significaciones y referido al magma de lo que es.

La dimensión identitario conjuntista no es nunca verdaderamente aislable ni está efectivamente aislada.

Hablar es ser a la vez y simultáneamente en estas dos dimensiones. Incluso en los casos en que el lenguaje aparece como operante sólo sobre la dimensión conjuntista-identitaria en donde los significados aparecen regulados por un código, el lenguaje como puro instrumento, el pasaje a la otra dimensión es siempre posible e inminente.

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