Verón y el análisis del "contrato de lectura"

Cada diario tiene su contrato de lectura particular
Guía para leer “El análisis del ‘contrato de lectura’, un nuevo método para los estudios de posicionamiento de los soportes de los media”, escrito por el semiólogo argentino Eliseo Verón en Les Medias: Experiences, recherches actuelles, aplications.

1.- ¿Por qué la lectura fue una práctica invisible?

La lectura es, para Verón, un proceso socio-cultural de captura del sentido de un discurso. Es una actividad significante porque, a la vez que responde a reglas sociales determinadas, produce sentido. Sin embargo, a lo largo de la historia se han desarrollado varios obstáculos a la hora de dar cuenta de la problemática de la lectura.

El primer obstáculo fue la lingüística saussureana porque no distinguía entre emitir una frase y entenderla. La primer semiótica (o semiología), por su parte, hacía un análisis lingüístico saussureano de objetos que estaban más allá del sistema de la lengua, pero nunca se cuestionó sobre los sujetos. La sociología, por último, acumuló información sobre los lectores, sin interrogarse por el funcionamiento social de los textos, menos aún, por el proceso de lectura.

Así, vemos cómo muchas disciplinas nunca se interrogaron por relación entre los lectores y eso que leen. O bien estudiaban a los lectores en sí, o bien sólo los objetos de lectura. Nunca la relación entre ambos. Esto es lo que propone Verón: analizar la relación entre los lectores y los textos.


2- ¿En qué consiste el contrato de lectura?

Verón define el contrato de lectura como la relación entre el discurso de un soporte y sus lectores. En el caso de las comunicaciones de masa, es el medio el que propone el contrato. Verón propone investigar mediante qué mecanismos y en qué nivel de funcionamiento del discurso de un soporte de prensa se construye el contrato de lectura.

La teoría de la enunciación, en general, y Emile Benveniste, en particular, distinguen, en el funcionamiento de cualquier discurso, dos niveles: el del enunciado y el de la enunciación. El nivel del enunciado se refiere al contenido del discurso (a eso que se dice). El nivel de la enunciación, en cambio, concierne a las modalidades del decir. Es en el nivel de la enunciación donde se construye una cierta imagen de aquel que habla (el enunciador), una cierta imagen de aquel a quien se habla (el destinatario) y la relación entre estos dos lugares.

Eliseo Verón, por su parte, plantea que un mismo enunciado puede ser atravesado por estructuras enunciativas diferentes, creando diversos efectos de sentido. El conjunto de las estructuras enunciativas que atraviesan un determinado discurso de un soporte es el contrato de lectura.


3- ¿Cuáles son los elementos que se deben analizar para dar cuenta del contrato de lectura?

El análisis del contrato de lectura permite, de este modo, determinar la especificidad de un soporte dado, es decir, reconstruir el particular vínculo de ese soporte con sus lectores.

Analizar un contrato de lectura implica:

1º estudiar todos aspectos en que un soporte construye su vínculo con el lector: coberturas, relaciones texto/imagen, modo de clasificación del material redactado, tipos de recorrido propuestos al lector, modalidades de compaginación, dispositivos de apelación (títulos, subtítulos, copetes, volantas, tipografías, etc.), dimensión indicial (tipografía, imagen que apele al destinatario, etc.)

2º definir las invariantes recurrentes en el discurso del soporte a través de diferentes temas (el corpus debe cubrir un mínimo de dos años)

3º localizar semejanzas y diferencias regulares entre el soporte estudiado y otros, a fin de determinar la especificidad de cada uno.

4- ¿Cuáles son las modalidades del contrato?

Para ilustrar el funcionamiento del contrato de lectura en un soporte imaginario, Verón caracteriza una serie de modalidades de contrato, a modo de ejemplos, que deben entenderse como regímenes o formas de funcionamiento del contrato y NO como clasificaciones de contrato. Es decir que el discurso de un soporte determinado puede estar atravesado por un contrato de lectura donde predomina una determinada modalidad.

Verón caracteriza, por un lado, el contrato objetivo o impersonal, en donde el enunciador borra las marcas que dan cuenta de la relación que establece con su destinatario. Esto, dice Verón, crea un efecto de verdad.

También caracteriza lo que él llama el enunciador pedagógico, que se funda en una relación complementaria con el destinatario, donde el enunciador se posiciona como la figura poseedora de un saber, complementariamente con el destinatario, quien no posee ese saber. Para ello, el enunciador se vale de ciertos recursos lingüísticos: puede usar, por ejemplo, el nosotros exclusivo (YO + ÉL).

Por último, distingue estas dos modalidades de contrato (donde el enunciador construye una distancia del destinatario) del contrato cómplice, donde se registra una tendencia hacia la simetrización de la relación entre enunciador y enunciatario. Los recursos para crear este efecto de complicidad son varios: los presentadores de los noticieros actuales, por ejemplo, hacen de cuenta como si se enteraran al mismo tiempo que el destinatario de los acontecimientos del día. También pueden utilizar el nosotros inclusivo (YO + TÚ) o decir “¡Qué barbaridad!”.

El contrato de lectura concierne también a la imagen. Verón distingue varias modalidades de imágenes, pero compara dos: la retórica de las pasiones con la pose. La retórica de las pasiones parte de imágenes que le han sido “arrancadas” a un personaje público. Toma una expresión determinada del rostro de ese personaje para significar la situación de ese mismo personaje en una situación determinada.

La modalidad de la pose es exactamente lo contrario: el personaje posa para ser fotografiado. Así vemos cómo, lejos de ser extrañas al contrato de lectura, las imágenes son uno de los lugares privilegiados donde el enunciador teje el nexo con su lector proponiéndole una cierta mirada sobre el mundo.

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