Martini & Luchessi: noticia y agenda, el periodismo en acción

Informe de lectura de “Noticia y agenda: el periodismo en acción”, de Stella Martini y Lila Luchessi en Los que hacen la noticia.
Entre “dogmas” e “inercias”: reflexiones de las rutinas periodísticas desde el sentido común

La tesis que guía la investigación de las autoras es que, si bien la producción periodística es explicada por los periodistas como una rutina consensuada (en cierta forma, “naturalizada” en el sentido común) en realidad es una práctica atravesada por relaciones de poder que involucran múltiples intereses sectoriales, como los de los periodistas, los empresarios de los medios, las organizaciones gremiales, las instituciones sociales, los organismos gubernamentales y los funcionarios públicos.

Para introducir los argumentos que guían la tesis del trabajo, las autoras sostienen que entre el periodista, la noticia y la sociedad hay una imbricada relación. Primeramente porque la profesión está inserta en un estadio específico de la historia de la comunicación y de la información. Esto, conjugado con la lógica del mercado que guía las rutinas productivas de las corporaciones mediáticas de hoy, lleva a la naturalización en el sentido común de ciertas rutinas en el oficio y a la valoración de ciertas prácticas y no otras.

Es por eso que las autoras comienzan a trabajar con el argumento de la “novedad”. Para las empresas de medios, sólo vende lo que está pasando ahora y lo que acaba de pasar. El resto ya no interesa. Lamentablemente, los tiempos cortos fueron internalizados en las prácticas productivas tan exitosamente que los periodistas entrevistados coinciden en que las noticias publicadas deben ser actuales y “de interés público”.

Al mismo tiempo, la propia lógica del mercado que guía el negocio informativo, junto con el ritmo constante de la industria periodística, condujo a vender el contenido de las noticias como sucesos extraordinarios. Así, se fue conformando un mercado laboral periodístico que le exige al trabajador las competencias necesarias para narrar un suceso como un hecho excepcional.

Por su parte, las fuentes de la información son consultadas muchas veces por los propios intereses de esas fuentes en ser consultadas y por los intereses del mismo medio en otorgarle un lugar para darlo a publicidad. Es por eso que las autoras alertan sobre la indefinición que todavía puede recaer sobre lo que es o no es noticia, si se tienen en cuenta estas cuestiones.

Para ejemplificar este argumento, las autoras nombran el caso de las “malas noticias”, específicamente el tema de la prioridad que tienen en la agenda mediática series periodísticas que tienen que ver con el delito y que se vende con el nombre genérico de “inseguridad”. Evidentemente, estas piezas informativas constituyen capital en juego para sugerir ciertas medidas políticas a las instituciones. A su vez, estas series periodísticas sirven para criminalizar reclamos  y recrear climas sociales que hacen resurgir el miedo y la desconfianza en la ciudadanía.

Otro de los argumentos que incluyen las autoras es producto del debate en torno a la pretensión de objetividad en el periodismo. Al ser un oficio en el que el periodista “pone el cuerpo” constantemente con su palabra, está atravesado por la subjetividad. La objetividad, dicen las autoras, no son más que un rasgo diacrítico específico del campo del periodismo.

Y esto se relaciona con otro argumento de las autoras, que es el tema en torno a la “teoría de las dos campanas”, según la cual el periodista reproduciría todas las voces involucradas en un conflicto. Sin embargo, sostienen las autoras, esto no es así, ya que el periodista siempre selecciona, descarta y jerarquiza sus fuentes informativas.

Con respecto al soporte televisivo, las autoras utilizan un argumento de Oliva y Sitjá para decir que la imagen televisiva “es muy eficaz para mostrarnos cómo son las cosas, pero no puede explicar por qué son así. Es el periodista quien tiene que hacerlo…”. Aquí Martini y Luchessi sostienen que la voz en off montada electrónicamente sobre las imágenes sirve para editorializar lo que se ve.

Si bien las autoras afirman que se reconocen relevamientos de índices de satisfacción de audiencias, sostienen que todavía no hay datos que aseguren que el televidente quiere las modalidades discursivas que recibe. Éstas responden a un contrato de lectura específico del medio.

Las autoras refuerzan este argumento más adelante en el texto cuando sostienen que muchas de las noticias que miden el sufrimiento social se exhiben en clave melodramática, pero pierde calidad argumentativa y sustancia política dado que se presentan en ausencia de políticas públicas en la materia. 

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